LA PROEZA DE VIVIR

LA PROEZA DE VIVIR
Mira siempre con los ojos del niño que fuiste

Sudario

Mi infancia se remonta a Hatsetput. Podría haberme llamado Eva desde el principio de los tiempos, pero no dieron con la contraseña para liberarme del peso de otros linajes y voy arrastrando mi mochila y mi condición sin encontrar el camino que me lleve a Roma. Soy mujer a mucha honra, me gustan las manzanas, algunas sierpes y enfrentarme a la maledicencia. Odio la ruindad, la prepotencia y el egoísmo, que nos hacen pobres hasta de médula. No uso la cobardía porque no me sientan bien los trajes que han sudado otros, y si tuviera que elegir el número de mi suerte elegiría el de hoy, que es al fin y al cabo el único resquicio de eternidad que no nos está vedado a este oscuro lado del paraíso. De lo demás, poco importa: aquí os dejo algunas de las palabras que me acompañan, que las que me sobran andan haciendo puentes hacia ninguna parte. Os regalo mi compañía, y si alguna vez reparáis en mí con ánimo de descansar, seros fieles a vosotros mismos, que, aquí, el fresquito de la sombra que me cobija, os garantizo, no tiene precio.