LA PROEZA DE VIVIR

LA PROEZA DE VIVIR
Mira siempre con los ojos del niño que fuiste

martes, 14 de febrero de 2012

Haz de mi lo que te plazca



Haz de mi lo que te plazca 
-lo haces siempre- 
sin fingir que te importa

Me he quedado prendida en la promesa de un sueño que nunca tuvo trazas de ser y no concibe su mañana

Libérame de la ilusión
Golpea mis entrañas con esa furia que contienes por no herirme
Avasállame, no importa Ya estoy muerta
No te prives por temor a la sal en mis ojos

Nadie me va a ver 
No me conocen
Si insinúan que hay exceso de dolor 
les gritaré con la voz rota: ¡ FALSO! 
Y me creerán

Ellos no entienden 
Ellos agacharán la cabeza recordándose a sí mismos 
y se cerrarán hasta hacerse otra evidencia

No me perdones. Condéname a esta desazón ciega de una vez por todas
No ves que no hay conciencia de lo que debe ser
No ves que da pereza colocarse en otro sitio
Niégame tres veces también tú
Arrásame
que no quiero seguir sintiendo los latidos de esta realidad enferma que me mata

Me mentiste, no una vez, mil veces
Acaba de una vez lo que empezaste cuando rozaste sin alma mis labios

Devórame la vida de una vez:

Sin ti 

ya 

no la quiero


domingo, 12 de febrero de 2012

No me suelen gustar las tardes del domingo ni esa cadencia nostálgica que me invade según va acercándose su término. Supongo que hasta en las rutinas menos rutinarias hay colores que no nos son gratos y que entremezclados nos hacen la vida un poco más átona. Quizá, además, no haya elegido buen día para pasarme por aquí después de tantos meses de ausencia, pero los espejos son casi siempre quienes mejor nos suelen decir adónde vamos, y más deprisa.
No están siendo tiempos dulces. Ni fáciles.  Vivir está resultando ser más que una aventura una proeza. Y encima se amontonan noticias que nunca debieron ser y menos así. Guerras innenarrables, catástrofes naturales, negligencias humanas por pura codicia, abusos de poder incalificables, epidemias... Hemos estrenado siglo, pero ¿iremos perdiendo el poco sentido común que nos quedaba?
Ayer ha muerto la cantante y actriz Whitney Houston a los 48 años. Lo tuvo todo, belleza, talento, amor, dinero, fama. ¿Todo?
Muchas veces me he preguntado, hoy también, si merece la pena vivirnos sin un ritmo que nos permita vivirnos. Desaforados corremos hacia ninguna parte, o dejamos que la vida nos arrastre, incapaces de reflexionar y enfrentarnos con el coraje suficiente a nosotros mismos, y nuestras circunstancias. Corren tiempos asperos. Nos hemos vuelto cobardes y cómodos. No queremos esfuerzos. No queremos sacrificios. Ni problemas. Ni dolores. Medimos en el ojo ajeno el triunfo en nuestra vida y así, al menos a mí, no me salen las cuentas. Sabemos reprogramar un ibook pero no sabemos cómo explicarle a nuestr@ hij@ que no tiene porque tener una blakberry porque tod@s sus amig@s lo tengan.
No son tiempos dulces. La soledad se hace más densa  las tardes del domingo. Mientras reflexiono sobre cómo conseguir que este cansancio metafísico no lo tiña todo, la música de Whitney me acompaña. Soy afortunada de haberla conocido. Ella no supo de mí, pero millones de personas la echaremos en falta. Quizá si ella hubiese pensado que su música nos unía a su esencia, también ella se hubiese sentido menos sóla. Las personas somos complicadas y frágiles, pero el arte perdura incluso más allá del anonimato...